domingo, 12 de noviembre de 2017

Comentario editorial del 12-11-17

COMENTARIO EDITORIAL DEL 12-11-17

 

La semana: Que quieren que les diga que ustedes no sepan, pues que uno se cree que ya ha visto de casi todo, esta semana quedó demostrado que no es así y digo esto porque considero que el cinismo de los peores demagogos debería de tener un límite. Debería limitar la fe de los seguidores más fanáticos, aquellos que creyeron a pies juntillas en la posibilidad de la independencia y su promesa de prosperidad. Pero la estafa política de Carmen Forcadell no percibe, no atisba ese límite. Pero su hipocresía es tan ancha que en ella cabe la arenga callejera contra las instituciones democráticas y el susurro exculpatorio ante el Juez del Supremo.

 

 

 Dice la tipa esta, tratando de justificarse, "la declaración de independencia fue un acto simbólico". Asombroso.   La misma que instó a  Artur Mas a poner las urnas de un referéndum ilegal; la misma que convirtió la Diada en la coreografía de una exclusión en marcha; la misma que alentó siempre el odio a una España que por cierto  desconoce. Lo cierto es que cuando se vio ante el Juez, tan pronto como escuchó la petición fiscal de prisión, se plegó a la  ley, a acatar la aplicación del artículo 155 y a abandonar la política o renunciar "a cualquier actuación fuera del marco constitucional".  Pues aunque no lo crean, Así lo hizo la líder del movimiento independentista, la misma que prometió que nunca daría "ni un paso atrás". No cabe mayor demostración de indignidad y cinismo, empieza a caer el telón de la gran mentira, aunque haya muchos que no lo quieran ver como sucedió ayer en la manifestación de Barcelona.

 

Pero ni el cinismo ni la cobardía ni la pérdida del sentido de la realidad constituyen atenuantes en el caso que se juzga. No ha pasado ni pasará el tiempo suficiente para que este país olvide que ni la quiebra constitucional, ni la fractura social, ni el éxodo empresarial, ni la persecución política, ni los matones sindicales revisten carácter simbólico.  Esto no solo ha sucedido de verdad, sino que sigue sucediendo y tiene responsables.

 

Pero en el auto del Juez  Llanera no se dirimen hechos simbólicos, expresiones sentimentales ni debates ideológicos. Aquí se dirime la responsabilidad penal y el riesgo de reiteración delictiva de unos políticos que se sirvieron de su posición de fuerza para pisotear la ley y aquellos a quien la ley protege, y que ni siquiera han sabido sostener su insensata posición con un mínimo de coraje. Al fracaso acaban de añadir el deshonor.

García MOLINA


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