COMENTARIO 07-10-2.012
La semana: Pues como siempre de todo un poco, pero rotando sobre más de lo mismo teniendo la economía como telón de fondo, la prima de riesgo y la bolsa con sus diferentes vaivenes. Esta semana hemos conocido los datos del paro del mes de septiembre y que vuelve a ponernos los pelos de punta y es que España aumentó en 79.645 personas en relación al mes anterior, según datos del Ministerio de Empleo la cifra es de 4.705.279, aunque esta cifra no recoge los parados que se recogen en el computo oficial, es decir, los demandantes de empleo no ocupados, los trabajadores eventuales agrarios y los desempleados con disponibilidad limitada no quedan registrados en estas listas, se trata del maquillaje estadístico creado en su día por el Ministro Socialista Jesús Caldera, estos colectivos representan un total de 594.262 parados más, haciendo una suma total de 5.299.541 parados los que tenemos en España. En contra de lo que se empeña en afirmar una y otra vez el Presidente del Gobierno el problema de España no es ni mucho menos coyuntural, sino profundamente, grave y trágicamente institucional, la permanencia de instituciones como las actuales comunidades autónomas, algunas con deudas astronómicas son las que arrastraron a la ruina a las cajas de ahorros, al sistema crediticio español, al mercado de trabajo y en general a la economía. Pretender solucionar este problema institucional con nuevas subidas de impuestos como hace el Gobierno actual, o reduciendo el gasto público de manera mínima, constituye una misión imposible, por no decir desesperada, a decir verdad, es el problema institucional que niega una y otra vez Mariano Rajoy el que va seguir estrangulando nuestra economía y provocando un número cada vez mayor de parados con las consecuencias trágicas que semejante situación tiene.
Por otro lado esta semana hemos vuelto hablar de los presupuestos que presentó el Gobierno de España, y que ha sido motivo de tertulia en muchas emisoras de radio y televisión. A decir verdad y tal como se fue degenerando el sistema, nadie se iba a creer que cuando en el año 1.978 los españoles votamos en referéndum la actual Constitución el sistema político que quedaba configurado, ni lejanamente se parecía al que sufrimos y padecemos en la actualidad, nadie votó, y pongo una cadena de ejemplos, que las vascongadas no pagaran en absoluto impuestos y se embarcasen en una política disparatada de gastos que cubrimos el resto de los españoles y que tiene entre otras consecuencias la de financiar la existencia de una banda terrorista. Nadie votó que Cataluña llegase a representar más del 30% de la deuda de las comunidades autónomas, mientras nos amenaza a diario con independizarse, sin dar ese paso, que tanta alegría nos daría a millones de españoles. Nadie votó que la democracia quedase secuestrada por los partidos políticos para montar gigantescas clientelas que se pagan con el dinero que nos sacan a los ciudadanos. Nadie votó que Cataluña tuviese embajadas en el extranjero o que las Comunidades Autónomas fuesen sumando televisión tras televisión deficitaria e inútil para los ciudadanos. Nadie votó que el Jefe del Estado fuese pasto de los más desagradables comentarios gracias a la simpática y pizpereta asesora que lo acompaña a todas partes. Nadie votó que España sufriese los impuestos más altos de Europa a excepción de Suecia para permitir a la casta política mantener privilegios injustos y repugnantes. Nadie votó que para mantener esos privilegios los ciudadanos tuviésemos que sufrir recortes masivos e injustos en servicios fundamentales como la sanidad y la educación. Nadie votó ninguno de esos puntos que enumero, repito a modo de ejemplo, pero lo cierto es que cada uno de esos cambios se fueron produciendo con el paso de los años con el resultado de que los ciudadanos no vivimos en una democracia sino en una oligarquía, además de la peor especie. Un simple repaso a los presupuestos presentados por el Gobierno de España lo deja de manifiesto, estamos trabajando y pagando impuestos simplemente para mantener a castas parasitarias que se niegan a apretarse el cinturón. La verdad que sumidos en esta desgracia solo cabe esperar lo peor.
García MOLINA
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